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Parque Nacional El Impenetrable

La historia silenciada detrás de La Fidelidad: el crimen de Manuel Roseo y la herencia que nunca volvió a su familia

A más de una década del brutal asesinato del dueño de La Estancia La Fidelidad —hoy Parque Nacional El Impenetrable—, sus herederos siguen reclamando por sus derechos mientras el Estado mantiene la propiedad. El contraste con el enorme operativo por el collar del yaguareté Acaí reavivó el debate.

La Estancia La Fidelidad, una de las propiedades más grandes y valiosas del norte argentino, pasó a manos del Estado tras la violenta muerte de su dueño, Manuel Roseo, un crimen que sacudió al Chaco y Formosa. Hoy, ese territorio conforma el Parque Nacional El Impenetrable, un emblema ambiental. Sin embargo, detrás de ese logro, queda una herida abierta que la familia Roseo aún no logra cerrar.

Manuel Roseo fue asesinado brutalmente y, tras su muerte, el Estado avanzó sobre las tierras que posteriormente se transformaron en área protegida. Pero hasta el día de hoy, sus hijos no recibieron lo que les corresponde por derecho, y el reclamo nunca tuvo la fuerza política ni judicial necesaria para resolverse.

Una injusticia que quedó silenciada.

El contraste se hizo evidente nuevamente en estos días, cuando un gran operativo policial, ambiental y logístico se desplegó para intentar recuperar el collar del yaguareté Acaí, perdido en el río Bermejo. Horas de trabajo, personal, vehículos, riesgos y costos enormes… todo para rastrear una señal.

Mientras tanto, la familia Roseo sigue esperando justicia.

"Entiendo la tristeza por la muerte del yaguareté —yo también amo los animales—, pero hay que poner las cosas en su justa medida", plantean desde el entorno de la familia. "No puede valer más un operativo por un collar que la verdad y memoria de un hombre y su historia".

A eso se suman las opiniones virales y comentarios sin información sobre La Fidelidad, sin comprender lo que realmente vivió la familia Roseo. "Lo peor es ver gente opinando sin razonar, como si no supieran lo que pasó. Y sí, las cosas están mal. Muy mal".

Hoy, mientras el caso Roseo continúa prácticamente olvidado por los gobiernos de turno, su entorno insiste:

"Recordar también es un acto de justicia".

Porque la naturaleza necesita cuidado, pero las personas también merecen verdad, respeto y reparación.