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Violencia y desconcierto en una escuela primaria

Un niño fue acusado de abuso y su familia sufrió un ataque: qué dicen los especialistas sobre cómo actuar en estos casos

Un hecho ocurrido en una escuela primaria volvió a poner en debate la forma en que los adultos enfrentan los conflictos entre niños. En Mar del Plata, un nene de 10 años fue acusado de tocar a dos compañeras de 7 durante un recreo en la Escuela Primaria N°21, del barrio Jorge Newbery. Lo que siguió fue una escalada de violencia: padres enfurecidos atacaron el establecimiento y, esa misma noche, incendiaron la casa del menor. 

Dentro de la vivienda estaban el niño, su madre y sus dos hermanas, que lograron escapar a tiempo. El perro de la familia murió entre las llamas. El ataque dejó a todos sin pertenencias y con un trauma difícil de reparar.

El episodio generó conmoción en toda la comunidad educativa y derivó en un paro docente de 24 horas en rechazo a la violencia.

📚 "El castigo no enseña"

Para la psicopedagoga María Zysman, fundadora de Libres de Bullying, el problema excede el hecho puntual: "La mirada adultocéntrica de las cosas que hacen los chicos está trayendo muchos problemas. Que un nene de 10 toque a otro no corresponde, pero tampoco puede etiquetarse como un abusador. Es una conducta que debe trabajarse con educación sexual integral (ESI) y reflexión, no con sanciones ni violencia".

Zysman advierte que muchos adultos proyectan su enojo en los niños y fomentan el estigma: "Se instala la idea de una ‘manzana podrida’. Eso marca de por vida. En lugar de acompañar, se busca expulsar. Y eso solo agrava el daño".

También alertó sobre la exposición mediática y el impacto en los chicos que presencian esas escenas: "Cuando un niño ve que una familia le prende fuego a otra, crece con miedo. Están viendo adultos desbordados, sin regulación. Eso no enseña empatía, enseña terror".

⚖️ "La reacción violenta no es justicia"

En la misma línea, el psicopedagogo Alejandro Castro Santander, director del Observatorio de la Convivencia Escolar (UCA), subraya que el abordaje debe ser "educativo, tutelar y terapéutico, no punitivo".

"La reacción violenta de los adultos nace del miedo moral y de la crisis de confianza en las instituciones. Pero quemar una casa no es justicia: es una anulación simbólica, un intento de borrar el problema con fuego", explicó.

Para Castro, el riesgo es criminalizar la infancia: "Cuando se instala la idea de un ‘niño abusador’, se transforma un conflicto conductual en un tema de seguridad. Los adultos terminan enseñando que la venganza es una forma legítima de resolver conflictos".

 "A mí me arruinaron la vida"

Nélida, la madre del chico acusado, todavía no logra entender lo ocurrido:

"Dejé a mi hijo a las ocho en la escuela y a las diez y media me llamaron. Me dijeron que había tocado a dos nenas, pero no sé qué pensar. Mi hijo jura que no hizo nada. Yo también me pongo en el lugar de esas familias, pero esto se fue de las manos. Me prendieron fuego la casa, me pegaron, me quedé sin nada. A mí me arruinaron la vida", relató.

 Una comunidad desbordada

La presidenta del Consejo Escolar de General Pueyrredón, Mónica Lence, fue una de las primeras funcionarias en intervenir:

"Hay un nene atacado sin prueba concreta. Atacaron la escuela y quemaron su casa. Todo se desbordó por un mensaje de WhatsApp entre padres. Estamos todos desbordados, los directores llorando, sin saber cómo actuar".

Lence recordó que hace dos meses se vivió un hecho similar: "Acusaron a un auxiliar, le quemaron el auto, y nunca hubo pruebas. Es un sistema saturado".

🔚 Un espejo del enojo social

El caso dejó al descubierto un fenómeno que va más allá de una escuela: el modo en que los adultos gestionan el miedo y el enojo frente a lo desconocido. En lugar de acompañar, reaccionan. En vez de enseñar, castigan.

Como resumen Zysman y Castro, "el castigo no enseña; la reparación sí".