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SOCIEDAD

El drama del argentino que fue engañado y terminó en el ejército ruso

Gianni Bettiga, un joven de 23 años de Ushuaia, viajó en febrero para estudiar ruso. Tenía visa de estudiante, clases, amigos… y toda la vida por delante.
Hasta que conoció a dos brasileños que le ofrecieron "un trabajo administrativo" en el ejército.
Firmó el contrato sin entenderlo del todo. 

A los 23 años, Gianni Dante Bettiga tenía un sueño: aprender ruso y conocer una cultura que siempre lo había fascinado. Por eso, en febrero de 2025, partió desde Ushuaia hacia Ekaterimburgo con una visa de estudiante y la ilusión intacta de convertir su deseo en realidad. Lo que nunca imaginó es que ocho meses después estaría atrapado en una guerra ajena, con un fusil en las manos y su vida pendiendo de un hilo.

El joven fueguino había viajado con todos los papeles en regla. Se alojó en el campus de la Universidad de los Urales, estudió el idioma y se integró a la vida local. Pero la aventura educativa dio un giro inesperado cuando conoció a dos compañeros brasileños que lo convencieron de anotarse en una empresa privada que —según le dijeron— ofrecía trabajo administrativo en el ejército ruso, un ingreso mensual y un permiso de residencia.

Confiando en la propuesta, Gianni firmó un contrato escrito en ruso en el mes de agosto. Y lo que parecía un simple trámite laboral resultó ser un compromiso militar por tres años. Así fue como en cuestión de semanas, pasó de estudiante extranjero a soldado del ejército ruso.

"Mi hijo estuvo mal asesorado. Tengo que tener cuidado con las palabras que utilizo porque él todavía está allá. Rezo todos los días porque se encuentre sano y cono vida", relató Juan, su papá. "Iban a ser dos semanas de instrucción general, pero a la tercera lo llevaron a la línea de fuego, cosa que no iba a ser así", se lamentó.

"Él solo pecó de ingenuo por querer tener la ciudadanía rusa para poder seguir estudiando. Hoy, se encuentra en el frente de batalla con un montón de jóvenes extranjeros que están en su misma situación", detalló.

Tras esos 14 días entrenamiento cerca de Moscú, Gianni fue trasladado a Donetsk, el corazón del conflicto. Allí, en territorio ucraniano ocupado por Rusia, comenzó su calvario. Sin experiencia previa, con apenas dos semanas de instrucción, fue arrojado a una guerra que no comprendía y que nunca eligió.

Su familia, en Ushuaia, comenzó a notar los silencios: los mensajes por Whatsapp se espaciaban y las videollamadas eran casi inexistentes. Su remordimiento y frustración lo llevaron a ocultarle a sus padres su verdadero destino. Recién en septiembre se animó a blanquearles la "mala decisión" que había tomado.

"Me contó que conoció a unos chicos brasileños en una salida de la facultad y que le ofrecieron un trabajo que pagaba bien. Se tenía que enrolar en el ejército y supuestamente a los tres meses conseguía la ciudadanía rusa y al año ya estaba de baja", recordó Juan.

Su hijo le juró que lo primero que les dijo a los brasileños fue: "No quiero ir a pelear, no sé usar armas". Y aseguró que le respondieron que se quedara "tranquilo" porque "los nuevos no iban al frente".

"Firmó el contrato pensando que era así, pero cuando quiso irse le dijeron: ‘Vos no te podés ir, ya firmaste’. El contrato decía que podían renovarlo dos más si las condiciones bélicas lo ameritaban", remarcó Juan, visiblemente preocupado por la integridad de Gianni.

"Imaginate que él apenas entiende en un 60% el idioma y tuvo que firmar un contrato en ruso. Ni siquiera comprendió lo que firmaba, y mucho menos se detuvo en la letra chica. Él confió en lo que le habían dicho los brasileños", señaló. Junto a Gianni se alistaron estudiantes senegaleses, venezolanos y muchos residentes de Medio Oriente.


Una vez que tomó noción de lo que había firmado, y acorralado por la situación, intentó pedir la baja. No se la concedieron. En el frente, desertar o mostrar desinterés se paga caro. "Gianni sabe que debe resistir. Dijo que vio situaciones tremendas y no quiere que lo maten", afirmó Juan.

Hoy, sus días transcurren entre disparos, frío y miedo junto a sus compañeros del Batallón 57. A veces logra descargar películas para distraerse, casi siempre bélicas, como si intentara comprender la absurda realidad que lo rodea.

La angustia de una familia al límite
En Ushuaia, Juan y su esposa, Carla Zucchi, viven pendientes del teléfono celular. Cada conexión de su hijo es un alivio momentáneo. Cada silencio, una tortura. El último diálogo que mantuvieron fue el 27 de octubre. Pero este lunes, a las 3.50 de la madrugada, recibió un mensaje que le dio escalofríos.
"No sé cómo, porque mis mensajes no le entraban, me llegó un mensaje de Gianni contándome que una hora después de la última vez que hablamos se lo llevaron a la línea de fuego", señaló.

"Me puso: ‘Buen día, pa, estoy en el frente. Nos enviaron una hora después de ese último mensaje que te mandé. Hasta que no agarre wi fi no te va a llegar este mensaje. Quiero volver a la Argentina pase lo que pase. Ya no me interesa este país. Por favor, hagan lo que tengan que hacer para sacarme de acá. Te amo mucho, pa.’", señaló el hombre con la voz entrecortada, al borde de las lágrimas.

Juan, enfermo de cáncer de hígado, contó que tomó la decisión de retrasar su tratamiento para concentrar sus fuerzas en una sola misión: traer a su hijo de regreso.

Desesperado, escribió una carta al ministro de Defensa ruso, adjuntó estudios médicos, documentos y el contrato firmado por su hijo. Suplicó por su liberación, amparándose en el artículo 51 de la ley rusa que permite la dispensa por razones humanitarias. También acudió a las embajadas argentina y rusa, y a contactos políticos, pero las gestiones avanzan con lentitud.